Un sueño sin nombre.
Desde la boca de una cueva, miraba a lo más profundo donde se perdía
la luz que me alumbraba; algo había entre sus paredes que no dejaban pasar la
luz de mis ojos; y me perdía esforzando
mi mirada para ver algo, pensando y lucubrando
sobre aquello que estaba viendo y no terminaba de comprender; todo lo que veía
me gustaba; pero no comprendía por qué me parecía un sueño ajeno a su contenido que me atraía y gustaba.
Yo insistía en llegar al fondo, pero una nube de figuras preciosas inundaba mis ojos e impedía llegar al fondo de
aquella cueva mágica donde el silencio y la oscuridad hablaban de las maravillas que hace la imaginación cuando se ocultan las
palabras.
Terminé entrando en la cueva para tocar aquello que me parecía un
sueño; y no lo era; era una figura que había creado el tiempo con la imagen que
había imaginado en mi mente, y me quedé allí, a la mitad de la cueva en compañía
de aquella imagen que había creado con mi sueño.
No sé lo que hablamos, ni si lo hicimos; tampoco si era roca, nube o
simplemente deseo de tener con que soñar despierto.
Estuvimos un rato dialogando en silencio; luego salimos a respirar y despertar de aquel precioso sueño.
Jecego. Lunes 28 de marzo del 16.
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