El ocaso de una reina.




A ti, que fuiste reina en mi pueblo
engreída joven llena de fantasías,
que nunca abrazaste un gran amor
aunque apasionados jóvenes se rendían,
y veteranos hombres te cortejaban.

Siempre esquiva al amor verdadero
mezquindabas abrazos y besos;
buscabas perlas y coral en la plaza
sin darte cuenta que esos tesoros
solo se encuentran en el mar escondidos. 

Y pasaron tus días, murió tu juventud
y vestida de otoño, quedaste sola,
esperando una primavera que pasó de largo
dejándote sin pena ni gloria
buscando un tesoro que nunca llegó

Jecego.

No escojas tanto, no elijas lo que está detrás del cristal, puede que no te alcanse el brazo.




No hay comentarios: