Elegía otoñal.

Elegía otoñal. (A través de la ventana, en las dehesas)

¡Pobres árboles! Desde mi tibio lecho, mirando danzar alegres en las huertas, los pajaritos grises y azules, escucho soplar el viento helado que viene a desnudarles del irrisorio manto escarlata y oro con que el otoño cubrió vuestra agonía.
Así también, en el interior de mi ser, en la necrópolis de los recuerdos, vela aquel otro yo, joven, fuerte y amante, y contempla con dolor como va deshojándose el follaje de mis ilusiones, como va amarilleando, o arrugando con púrpura de ocaso, las esperanzas; como va desnudándose de su pompa el tronco añoso de mi vida.
¡Pobres árboles! Hombres y mujeres que ayer recogían sus frutos y su sombra y daban gracias al cielo por tanta bondad, mientras el sol tímidamente acariciaba su rostro a través del follaje, hoy vienen a recoger sus hojas secas, para abonar otras plantas y poner como colchón a los animales de la casa, como cultura agropecuaria y para hacer que la muerte de uno, sea la vida de otro y que la muerte no sea solo llanto, sino traiga la alegría de una nueva vida.
Yo tengo también memorias hermosas, que un tiempo, bajo la sombra verde de la esperanza, contábamos historias de amor; y ahora acuden a recoger los frutos fríos y las ilusiones mustias para darles sepultura en lo más profundo del cerebro, ese columbario ruinoso en cuyos viejos nichos cada día de vigor y de goce está sellado en su urna cineraria.
¡Pobres árboles! Yo oigo silbar el viento gélido que amarillea vuestras hojas, que abrasa vuestras ramas, tornándolas en oscuros esqueletos que pronto con su mortaja vestirá la nieve blanca, o la helada agua.
Luego volverán los primorosos besos de la primavera a fecundar vuestros tallos y a procrear una generación nueva en vuestras copas verdes y espléndidas, mientras que la ráfaga glaciar que consume mi ser pasa silenciosa; las células muertas que de mi se desprenden vuelan sin ruido y nadie las recogerá; la nieve que cae sobre mi cabeza no volverá a fundirse jamás, y la vida se irá apagando en vagos destellos de hermosos recuerdos que aun perviven en algún rincón de mi cerebro; mientras ahí fuera escucho el viento que espera, sin prisa para llevarse mi cuerpo ya consumido, sin esperanza……
Adaptado de: Nicanor Bolet Peraza.

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