Cuando bajó la manzana del árbol.



Un niño se sentó bajo un manzano a leer, le dió hambre y deseaba comerse una manzana, y aunque su imaginación llegaba a tocarlas, su mano no llegaba.
Jecego.

En esta poesía existen residuos de algo que leí en algún momento. Así que no es del todo mía.
Jecego.








Un niño dejó su cuaderno bajo el manzano.

Bajó la manzana del árbol,
a leer un cuento que un niño había dejado,
y rodó sobre las páginas a color,
de aquel cuento malvado;
buscando un mensaje que el niño,
a sus pies había colocado.

Solo silencio, encontró la manzana,
el viento;  las letras, se había llevado,
y habían quedado vacías las páginas
con el silencio como principal legado;
dejando su mirada vagar por el campo
mirando hacia las ramas del manzano.

Los ojos del niño se habían posado
en una manzana roja en el árbol;
ella no bajó a su encuentro
por miedo a sufrir un bocado;
por eso el niño se fue
en silencio, muy callado.

Y dejó el libro sin letras
a los pies de aquel árbol,
dejándo su pensamiento
en aquellas hojas en blanco.

Tu me dejaste sin fruta.
Yo te dejo sin letras.
Si no das, no recibes,
así se arreglan las cuentas.

Cuando el niño se había ido:
triste, hambriento y cabizbajo,
bajó la manzana y encontró
la lección que el niño le había dejado;
contando su triste historia
en aquellas páginas en blanco.

Jecego.

Solo el egoísta y el usurero esperan recibir a cambio de nada.

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