Ayer vi amanecer el día desde el monte.

El horizonte era un nubarrón negro
negro como una noche oscura,
en el cielo estrellas ni una
estaba oculto todo lo bello;
por nubes que cubrían nuestro cielo
dejando las dehesas en penumbras.

Luego la esperada luz del sol
abriéndose paso entre la masa gaseosa,
rompió la oscura noche, y apareció
súbitamente un prodigio de hermosura;
fue una lanza roja de luz, que lanzó la aurora
dando color a todos los rincones del Valle.

El sol en su continua marcha ascendente
va hiriendo con sus rayos la montaña,
la nube negra del horizonte se retuerce
y de dolor se diluye y vuelve blanca;
haciendo de parasol en el Valle
que absorto veo, y tengo a mis plantas.

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