Dos ojo sin mirarse, caminaban en dirección al sol; cada vez que uno quería mirar al otro que le hablaba, aquel se ocultaba de su vista, evitaba encontrarse con el él, y así caminaban a la par,  viendo cuanta hermosura les rodeaba pero sin mediar palabra; los rayos del sol se dividían y daban a cada ojo, la mitad de su luz; ellos la recibían pero no comentaban, cada uno a su manera, creaba sus imágenes y las guardaba en su cámara oscura; sin mermar su marcha caminaron y caminaron separados; el sol que se había dado cuenta de sus pensamientos, les siguió la corriente hasta el atardecer se ocultó y dejó a los ojos hermanos a reconciliarse durante la noche, en que observaron que en sus cámaras solo habían mitades muy confusas de lo que habían visto durante todo un día de marcha; uno abrió una ventana en la noche lluviosa  y vio a la luna reflejada en el espejo del agua; miró luego al cielo y vio a las nubes corriendo y entre ellas aparecían estrellas como luceros; entonces, salio por la ventana y vio reflejada su imagen en el espejo del agua con la luna y las estrellas a su lado; grande fue su regocijo, cuando cayó en la cuenta, que dos ojos hermanos forman imágenes únicas, y cuando uno se oculta, el otro solo ve las imágenes de su lado; desde entonces decidieron juntarse en el cerebro, y parecer juntas.

Igual deberíamos hacer las personas, unirse, no separarse, ser un equipo, no un solitario.


Jecego. Lunes 28 de mayo del 18.

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