Para llorar por mí
no necesitas ir tan lejos;
hazlo sobre mi hombro
donde el hombre guarda sus
antojos
perdidos, y ya es tarde.
Es tarde para retenerte,
para verte, me sobra tiempo,
pero tenerte amiga, tenerte,
en la tarde fría de un sueño,
es fingir luz ante la muerte.
Amor y sueño se comparten
entre sí: luz y tiempo;
como el poeta y la poesía
creador y creación,
luz y tiempo; vida y muerte.
Llora sobre mi hombro
tu tiempo perdido;
llora, que yo beberé tus lágrimas
para compartir contigo
nuestro sueño
aunque hayas olvidado que fui
tu poeta.
Al fin y al cabo, solo soy un
hombre
perdido, en un poema.
Jecego; 30 de marzo, viernes
santo.
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