Las cosas del tiempo, en un momento determinado.
Me contó un anciano de un
lugar encantador, donde los días llegan con una hora de retraso a voluntad del
sol, estaba cansado; según me contó, ya nada le divertía, observaba como morían los días apenas
se ocultaba el sol; le costaba ver ocultarse el día en la noche y por eso
caminaba tanto por su Valle buscando sus pisadas de ayer cuando caminaba cada día cogiendo hierba para los animales. Sentado en una piedra del camino
estaba cuando lo encontré, me senté a su lado y hablamos de su ayer lejano que
recordaba muy bien; lo de su ayer cercano, lo estaba viendo borroso, pero de su
presente, apena recordaba nada; me decía cosas que yo conocía a medias y otras
que ignoraba, pero en todas ellas encontraba sabiduría, proximidad, realidad,
fuerza y fe, cosa que me hacía pensar que yo estaba viviendo, lo que él me
estaba contando, pero yo estaba seguro que eramos dos seres diferentes, él y
yo, pero algo había en común, algo como si él ya lo había pasado y me estaba
enseñando el camino; de pronto sorprendido me dí cuenta, que él era 2.017 que
se retiraba, para darme paso a mí, 2018.
Que el tiempo era yo que
empezaba y aprendía, el año nuevo llamado 2.018; y el anciano era él que se retiraba
enseñándome el camino y se llamaba 2.017.
Feliz año; no olvidéis lo
aprendido este año, que más sabe el viejo, por viejo, que por sabio.
Jecego. 31 de diciembre
del 2017. (Adiós).
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