Mirando a una violeta silvestre.

Trabajo núm. 2.455.
Mirando a una violeta silvestre,
con tibia mirada
y sangre hirviente,
mi corazón se derretía
viéndole;
ella me miraba y sonreía
yo le miraba y callaba,
hasta que su color cárdeno,
se salía de sus pétalos
y acariciaban mis ojos
repletos de su gracia;
y quedé extasiado
entre dormido y despierto,
cobijado bajo sus hojas
cerca de la tierra brava,
en esa nube de silencio
que guarda en su sabia
con la música de su viento
y las alas que le dan gracia.
Quiero vivir en su silencio
oír la música de su viento,
y ver en mis sueños
sus alas moradas, mirándome.
Jecego. 12/07/17.

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