Verde, todo verde.
No era todo orégano
pero sí, verde como si lo fuera;
verde y fresco, todo bosque,
hasta el cielo se hizo verde
para que lo viera.
Todo paz y silencio
centrado todo en una quimera;
más allá del verde silencio
una nube de pensamientos volaba,
y un recogido pensamiento se queda.
Aquel apacible cuadro de Anaga,
aquella profunda cordillera verde,
y aquellos alisios frescos residentes,
dejaron en mi alma la huella sana
de una perdurable mañana.
Tan poco tiempo
hizo grande una mañana;
increíble lo que es el tiempo
cuando se para,
increíble, cuando acelera;
increíble cuando se estira
y en un momento hace una historia
que puede durar, semanas.
Tanto se llenó mi memoria
del verde de una mañana,
que puedo hablar mucho tiempo
del verde de esta mañana.
Quizá cuando vuelva
ya serán flores esas ramas vedes,
que vi esta mañana.
Jecego.
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