La memoria.

La memoria. A veces uno es solo memoria.

La memoria llega hasta los rincones más lejanos en el tiempo en busca de amor; como la noche en su medio busca la mañana con su luz de nácar anclada en su espalda atravesando bosque de silencio, montañas, ríos de agua y de lava, y hasta cascadas de agua helada en busca de su oasis. en el inhóspito desierto de mi camino donde  todo es silencio y se oye solo una palabra, tu nombre y se lee en el viento, cuando pasa y me mira.
Busco tu isla, tus montañas tus ríos tu monte, tus ojos, tus labios tan lejanos y tan cerca, tan lejanos en el tiempo y tan cerca en mi memoria; busco tus huellas en el aire, tu voz en el silencio y en tu piel busco las huellas de mis dedos; pero todo se me pierde en la autopista del tiempo; en las ramas de los bosques, de mis islas empinadas y en los alisios de sus vientos y hasta en la aurora callada que quiere llegar al cielo sin fuerza en sus alas. Mis relojes me despiertan y tocan campanas; porque llegó la aurora vacía, de recuerdos en sus alas. Pero me acompaña mi memoria, rebosando de alegría sana, con el sabor de un beso en el cuello, al despuntar una mañana, que como un globo cautivo, me esperaba.
Ahora miro al techo de mi cuevita vacía por si encuentro algún otro globo que colgara, más que en mi memoria casi apagada y en mis dedos vacíos de huellas gastadas por el tiempo.
Y es tan incierto mi tiempo que lo veo alejarse en la cometa de mi vida, asida a la cola de mi tiempo volando.

Jecego.


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