Me gusta escribir sobre lo
que veo
porque escribo sobre imágenes
que llevo dormidas en mi
silencio;
sin ropa alguna, desnudas,
calladas
que esperan se abra la venta del
viento
y se las lleve lejos, bajo
sus alas.
Me gusta escribir los
silencios
que habitan en mí,
murmurándome,
hacerlos viento, que hablen,
que se eleven,
que se hagan voz y palabra
para que cuenten lo triste
que es la cárcel
y eleven a la gloria, la voz
del que habla.
Me gusta el murmullo de las
palabras,
solo las que dicen la verdad,
las demás,
que se ahoguen en su fuente,
que no salgan
del pozo donde estaban, adormitadas.
No entiendo esas palabras sin
sentido,
palabras que nadie llama y
vienen
a romper la armonía
que nos trae, la verdadera
palabra;
deberían quedarse en silencio, calladas,
congeladas de frío, allá,
lejos, donde estaban.
A veces pienso,
que ya no me acordaba de pensar,
que si llovieran palabras del cielo,
aquí, en la tierra, oiríamos
otro cantar;
porque los cantares se hacen
con palabras del pueblo,
como las folias, pero:
“hay que saberlas cantar”.
Jecego. 14 de marzo del 16.
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