Paseando por el Malpaís de Güimar.
Pensaba; que bajo de aquella lava negruzca y parda, está
escondida un tierra fértil, humillada por el fuego que brotó de la montaña; aún
cuando pisamos el Malpaís; se oye el rumor de la tierra pidiendo libertad; pero
nadie oye su clamor que sigue pisoteado por el reloj. Pasa el tiempo sin ser
oída, o escuchada; su silencio no tiene eco,
su sabia ha perdido su sentido y aquella floración secreta que guardaba,
se ha desvanecido entre cardones, balos y tabaibas, reliquias que aún quedan
llorando a la sombra de su magia. Vencida para siempre ha vendido su corazón y
su alma al tiempo, que con el suyo, la borrará para siempre del mapa de la
vida; mientras su voz se diluye entre las veredas de sus senderos, el canto del
viento en el órgano de los cardones y el roncar de las olas contra las rocas de
su costa.
Que pena, vivir donde nada se oye, donde todo es silencio.
Jecego.
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