He llegado nadando hasta la orilla
después de que mi barca zozobrara,
nadé bajo un sol abrasador en el día
y en la noche, a la luz de la luna clara;
Me hice poeta sobre las olas
para que mi voz, al cielo llegara,
y me oyó una Musa, una Rosa, una Reina
que conoció las letras de mi alma;
me dio su mano y con ella asida
pude llegar a tierra, de bendita playa....
Se hundió mi barca y con ella, mi voz callada,
llegue a la orilla por la gracia de la mujer que amaba;
se hace silencio en la arena, negra y blanca
cubierta por la espuma que me manda mi barca;
me fui tierra adentro, vacío, sin barca, sin nada,
buscando silencio entre balos y aulagas;
porque en el silencio oigo su voz que me llama
y entre nuestras plantas está el maderamen de mi barca.
Jecego.
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