Mi alma se queda sola.

No me queda nada, solo un mar de lágrimas

con las que hice un lago que me absorbe;

tengo rabia de mi mismo y lloro haciendo

más grande el mar que mi vida rompe.

Solo me queda el silencio, esa voz callada

que solo yo oigo desvanecida en la noche;

y lleva y traen las olas de mi lago y rompen

en mis manos como rocas descarnadas y blancas;

con la espuma de mis playas embravecidas

con mis ojos que las ahoga con sus lágrimas;

mis brazos extendidos, no implorando, sino,

dando puñetazos en la arena que azota mi alma.

A fuerza de querer mi alma despierta, pero sola,

sin cuerpo que le acompañe, sin luz, como una penumbra;

deambula por las orillas de mi lago sin entrar en sus aguas

con mucha sed, pero la odia como si fuera humana, infecunda.

Tu odio es bello y se confunde con el murmullo de las olas

de ese mar que hice por ti, con mis lágrimas;

con olas que nacieron con mis suspiros con tu nombre

y con ese olor a monte donde hice un nido para ti, mi alma...

Jecego