El silencio de la montaña.


El silencio de La Montaña.

 
Yo te recuerdo verde
cuando las tederas cubrían tus faldas,
Norte, Sur y Oeste de tederales,
al Este, de cardones y tabaibas.


Has sido fiel hasta hoy con tu ego
y extiendes tu manto hasta la playa,
con tus hijos, que son tus recuerdos:
valos, cardones y tabaibas;
que todos llamamos con cariño,
“malpaís de la montaña”.


Muchas veces pisé tus laderas
por comida para las cabras,
¡cuantas a coger higos!
a los pies de tus faldas;


hoy, ya viejo, apenas puedo mirar
las arrugas que te dejó el tiempo,
pero cierro los ojos y observo
el espejo que llevo en el alma;


y te veo y me veo como ayer
a ti verde y violeta como las tederas,
verde, como los valos, como las malvas,
y a mí, “sin arrugas y sin canas”;


y comprendí, aunque tarde,
que mi espejo lo llevo en el alma.

Jecego.

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