04/10/2009
No cierres todas las puertas
deja algo entre abierto,
deja que pase la luz,
déjala pasar al cielo.
Estaba el Señor clavado
al tablero de una cruz;
estiré mis brazos muy lejos
para que llegaran mis dedos
a tocar aquella herida
que tenía en su pecho.
Cuando mis dedos tocaron
la herida de aquel cuerpo,
sentí en el mío el calor
de todo el universo;
y vi por la puerta entre-abierta,
el inmenso cielo a lo lejos.
Me asomé por aquella puerta
que miraba hacia el cielo
y vi muy cerca la imagen
con el calor de mi cuerpo;
de aquel Señor herido
en el costado de su pecho.
-¿Quién te hirió amigo mío?
¿Quién osó herir tu cuerpo?
-sé que no tiene madre-
- sé que no tiene deudos-
si los hubiera tenido
no habría herido tu cuerpo;
o quizás es que tiene
un corazón de hierro.
Quise curar sus heridas
pero mis medios no pudieron,
aunque el Señor agradeció
con explícitos gestos;
la intención por lo menos
de mejorar aquel momento,
y me dejó la puerta entre-abierta
de aquel soberano cielo.
Quiso hablarme el Señor
algo me dijo muy quedo,
apenas quedaban fuerzas
en aquel herido cuerpo;
pero una luz brotó de su herida
e iluminó aquel trozo de tierra,
donde yacía mi cuerpo.
Mi alma se elevó;
sobre la hierba
quedó mi cuerpo,
con mis brazos estirados
dirigidos hacia el cielo,
que intentaban alcanzar
aquel herido cuerpo.
Buscaba la herida
que dio calor a mi cuerpo
para decirle al Hombre herido
adiós con mis dedos.
Pero una voz que estremeció
todas las células de mi cuerpo,
me dijo como un padre:
levántate hijo mío
he devuelto tu alma a tu cuerpo,
volveré por ti otro día
para que me cures con tus dedos.
Termina aquí la historia
que me ocurrió mientras miraba,
por la puerta entre-abierta
que dejé en mi cerebro;
que es la puerta de la esperanza
de poder llegar al cielo.
Ayuda cuando puedas
al herido o al ciego,
mañana siempre es tarde
hay que llegar primero;
y con las puertas cerradas
no se sabe lo que hay dentro.
Jecego.
1 comentario:
Yo nunca perdere la esperanza.
Publicar un comentario