Ante la tumba de un león.

Recuerdo a un compañero y amigo león, del Club de
Leones de Güímar.

El tiempo no quiso detenerse en su cuerpo
y reprodujo su imagen en un espejo,
pero olvidó la selva, y dejo el retrato
en aquel cristal, del león viejo.

El león no podía salir del espejo
donde mantenía imagen de preso,
en aquel mundo sin selva
sin ser dueño de su cuerpo.

Era un mundo desconocido
en vez de león parecía un ciervo,
ya no eran verdes los árboles
le parecían elefantes los conejos;
donde el cielo dejó de ser azul
y su respiración le parecía viento.

El viento le abrió la caja de sus recuerdos
donde encontró las notas de su acordeón,
que eran viento con las melodías
de muchos momentos buenos;
esparcidas en aquel mundo reducido
donde estaba encerrado su cuerpo.

Y se oyeron las notas que traían vida,
con las voces de sus familiares y amigos,
al son de su acordeón y guía
sopladas con sus mágicos dedos;
y en la voz oculta del silencio oía
todo aquello, que le trajo el viento,
y oyó a su memoria decirle:
adiós, hasta luego;
pero luchó contra el silencio
y venció a su propio tiempo;
levantó su brazo y dijo:
adiós amigos,
soy un león viejo….
pero no, un león muerto, …no compañeros:
he plantado mi semilla por el mundo,
y he dejado a ustedes como herederos,
que serán mi prolongación y mi tiempo.

Y al final salió del espejo
aquel bravo león, preso en el tiempo,
y se fue al cielo con su acordeón,
dejándonos en la memoria, su recuerdo.

Jesús. Jecego.

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