Cuando la luz del sol apenas era penumbra,
cuando su luz cansada se convertía en crepúsculo,
cuando callaron los pájaros y aparecía el búho
y empezaba el arrullo adormecido de las sombras;
llegó el murmullo sin palabras de dos enamorados
acurrucados en sus brazos y zozobras,
dándo rienda suelta a sus sentimientos
en la intidad más absoluta de sus horas.
El tiempo se hace efímero en su tiempo
el reloj no marca sus horas de ensueño,
cada uno quiere del otro ser su dueño
ocultándolo en su espacio vacío;
con deseos de ser un solo cuerpo
inmerso en una noche sin sentido,
dejándo que hablen sus cuerpos
que están en un abrazo fundidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario