Güimar, entre el mar y la montaña.

Tu me regalaste (madre) (el placer) de ser tu hijo.
De ti recibí la luz que esperaba y llevo
en mi pecho como tesoro;
contigo he vivido y crecido en tu suelo
el más hermoso bajo el cielo en que vivo.

Han pasado los años, y ya viejo
reconozco tu valía;  y sueño todavía
en subir tus cerros y montañas
para admirarte y ver desde arriba
como luchas entre laderas y  océano;
aunque sea de la mano.

Jecego. 






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