Esta es la flor.
Esta es la flor de donde
salía el perfume que invadía mi valle;
esa flor sutil y quebradiza
que lo llenaba todo con la seguridad de hacer feliz a todos sus habitantes,
pero como siempre, alguien discrepaba y hacia ruidos y quemaba naves de
plástico con el fin de restar intimidad a aquel perfume que tanto valía y tanto
gustaba en la comarca; los alisios se enfadaron y vinieron a luchar en favor de
la flor llevando su aroma a todas partes; pero el celoso y envidioso grupo que
le molestaba aquel aroma selecto, suave y apreciado por una mayoría aplastante,
querían imponer su capricho y trajeron basuras de otras partes para anular
aquel exquisito aroma, que a ellos mismos les gustaba; pero seguían en su
empeño de llevar la contraria, no les importaba oler mal, si con ello obligaban
a los demás ha hacer lo mismo; pero el
viento se ofuscó y cuando descargaban el contenido de sus basuras, se hizo
remolino y elevó a esos envidiosos con su carga y abandonó muy lejos del valle,
en una cueva muy honda que había abierto
un meteorito hacía mucho tiempo.
Entonces, el Valle volvió a
ser lo que era: precioso y perfumado, libre de esos envidiosos que quieren
imponer sus caprichos sin contar con los demás que son mayoría y se hicieron
llamar: “alisios”. Jecego.
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