Un hombre iba al Este caminando en busca de una alborada.


Foto de Rafael Cedrés. Blog de Todo un poco.

Hubo un hombre que quería tocar las nubes de la mañana; sus ojos se fijaron en ellas y no les apartaba de su vista, solo para ver su sombra que era su única guía; mientras caminaba por la mañana le seguía por su espalda su sombra, por la tarde le precedía, pero nunca se le apartaba; él seguía con la mirada perdida fija en su memoria de aquella belleza única..
Cuando la tierra quedó a su espalda, cruzó el mar caminando sobre las aguas en el camino que le iba haciendo la luna hasta el final de la noche; luego el sol extendía sus rayos haciendo una autopista en el agua. El andante cruzaba los mares sin importarle nada, su meta estaba en las nubes de la aurora al otro lado del agua. 
Un día llegó a la otra orilla del mar, donde creía que estaban las nubes preciosas que había visto bailar, pero se había equivocado, porque estaba viendo aquellas nubes mucho más allá, al otro lado de la Tierra;  pero no se amilanó, siguió caminando porque llevaba impresa en su memoria, aquella imagen única, de su única alborada, su único amanecer, su sublime aurora; y tenía que llegar hasta donde estaban ellas, su imagen soñada, la reina de las bellezas, la imagen de su vida.
Así pasó muchos años caminando en dirección al Este, siempre como guía su sombra, buscando aquella nube fantástica que había visto en Canarias y que parecía que se alejaban. Cada día su fe se unía a su esperanza y le sobraban fuerzas para alcanzarlas; y siguió caminando con su única guía, su sombra, le parecía que ya estaba más cerca su meta, su aurora,  y caminaba y caminaba sin descanso.
En su andar incansable le llegó la desolación. Había llegado a un país sin sol, donde todo era nieve y penumbra; donde no había sombra, todo era un anochecer, sin sol, sin luna ni estrellas y había desaparecido la compañera que le guiaba. Se metió en una cueva y durmió, y mientras lo hacía soñó que: como Canarias no hay dos mundos; que las nubes son solo para verlas, que no se dejan coger, que son huérfanas de padre y madre; que no se repiten, que son únicas en la Tierra, que no se separan de los canarios, porque con el Teide,  son su santo y seña.
Durmió profundamente, lo justo después de tan larga caminata; cuando despertó y abrió los ojos eran las seis de la mañana; estaba en la Dehesa de Güimar y ante sus ojos, la alborada,
la aurora que buscaba............
Él la había buscado por todo el mundo; pero ellas no salen de Canarias, su Patria, su Mundo, su Paraíso; además de Paraíso de España.

Jecego.

2 comentarios:

Katy dijo...

Solemos buscar lo que tenemos delante de nuestros ojos y no vemos.
Hace tiempo que descubrí que lo bello es lo que tengo en cada momento. Es lo que nos tendría que atrapar y amar.
Por eso yo amo el Planeta entero:-)
Bss.

Unknown dijo...

Mi madre¡¡, rosa del mundo..., que belleza tus palabras,
y yo buscando y buscando,
sin encontrarlas.
Las haré mías y guardaré
no habrán otras parecidas,
y si la hubieran, sabré distinguir las tuyas entre las mías..
Gracias Katy, gracias.
Isidro.