Fernán González

Nació en Burgos en 903
Murió en 970.

                                                                          

     Cuantas cosas ha dicho el romance y la leyenda de este conde inquieto y guerrero, paladín de la independencia de Castilla.
     Es simpático Fernán González. Los castellanos le adoraban como a un patriarca, y nadie podrá negar que en Castilla fue un caudillo celoso y justiciero.
     Sirvió a las órdenes de Ramiro II de León, pero luego se sublevó contra él, no por ser rey, sino porque a juicio de Fernán González, sojuzgaba la posición castellana de sus mayores que tenían derecho a declararse independiente de León.
     El caso es que Ramiro II lo derrotó y lo encerró en una prisión.
     Al enterarse los castellanos de la derrota de su caudillo, la consternación no tuvo límites.


                                            ¡Oh el conde, nuestro buen conde
                                              que está cautivo en León!    


     Y  ¿que hicieron?. Construyeron una estatua que representaba al conde, y le rendían homenaje como si fuera su propio señor de carne y hueso. Otro día se nombró una comisión de notables de Burgos y acordaron presentarse a Ramiro para pedir la libertad de Fernán González, y como lo acordaron lo hicieron.
     Los comisionados marcharon a León y se presentaron al rey.
    ¿Que queréis? - les preguntó.
     La libertad de nuestro señor - le contestaron.
     Vuestro señor soy yo.
      En Castilla es el conde Fernán González.
      El rey Ramiro, admirado del tesón de aquellos castellanos, les entregó al conde.
       Libre Fernán González, arremetió contra los moros a quienes les hizo morder en muchas ocasiones el polvo de la derrota.
      De todos los condes de Castilla, incluso su padre, Gonzalo Fernández, el más audaz, el más valiente y el más tesonero fue Fernán González. Puede decirse que consagró toda su vida a su tierra castellano. Muchas veces se vio perdido y atribulado, y en otras tantas supo levantarse con vigor creciente y mayor temple de ánimo.
     Los castellanos, especialmente los burgaleses, que tienen su estatua en uno de los más bellos monumentos de la ciudad, cuando repasan las gestas pasadas, tienen siempre un recuerdo emocionado para su más altivo conde, hombre que luchó y porfió y sufrió hasta triunfar en su empeño. Así son los castellanos; tenaces valientes, severos, muy amantes de su tierra, por la que son capaces de sufrir los mayores sacrificios.


Tomado de Cien figuras españolas.
Publicado por Jecego.

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