Dunas de Corralejo

3.Dunas de Corralejo.

Dunas altas y limpias
mimadas por el viento,
siempre mirando a la montaña,
siempre mirando hacia el cielo;
aunque tienes el mar a tu lado
tus arenas se van con el viento,
parece que huyes de la playa,
aunque tus arenas, ya están dentro.

Eres parte compartida
por tres universos que te aman:
el sol, la playa y la montaña;
pero prefieres al viento que te eleva,
o, al viento que te arrastra;
a estar sujeta a la tierra
en la paz de la montaña.

Compartes tus arenas altas y limpias
con el viento alisio húmedo del norte
que te eleva más alta,
y con el viento árido del sur
para tus arenas mas bajas;
dejando para la montaña,
tus arenas cubiertas con bruscas,
arropaditas, y aulagas.

Y dejas tus arenas más bajas
bañándose en la playa;
entre callados y rocas
esculpiendo sus caras,
arrastrando alguna caracola
para hacer tu piel plateada.

En las dunas de Corralejo
la arena cubre todo su universo,
como si quisiera abrazarnos de contento;
cuando llegamos a su lado,
desde lejos.

La arena está en la orilla del mar
y un poco, mar adentro,
en el aire que respiramos
y en columnas multiformes
que se elevan hacia el cielo;
creo que hasta las estrellas,
para mezclarse con sus restos
y formar constelaciones
que en las enciclopedias leemos.

Siempre le gustó a la arena
volar en los brazos del viento;
formar dunas y playas
de arraigue universal, y
encontrar un cielo azul,
alejado de la montaña;
por eso hace una señal
que envía a los vientos,
para que la lleven a Corralejo
como paraíso terrenal.

Es la arena tan cariñosa
que no te deja sin un recuerdo,
que llevarás a tu casa
en las orejas, nariz o pelo;
quizás en algún momento,
se metió en tus ojos,
u otra parte de tu cuerpo,
empujada por el agua,
o transportada por el viento.

He tenido que bajar de las alturas
porque quemarme no quiero,
y poniendo mis pies en la carretera
me despido de Corralejo.
Le digo adiós con las dos manos:
a mi derecha, las dunas,
a mi izquierda, el mar océano,
y sobre mi cabeza el siroco,
que lleva volando,
arenas del desierto.

Es mi partida un calvario
porque debo partir y no quiero,
para Puerto del Rosario
donde está el aeropuerto.

Te saludo con las dos manos:
con una te digo, me voy,
con la otra, ya vuelvo;
Corralejo de mi vida y
cuna de mis abuelos,
me voy aunque no quiero
por eso llevo en mi mente grabados
todos tus recuerdos.

Y muchos granos de arena
incrustados en mi cuerpo.
Jecego.

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