El sol, a la luna.

El sol, a la luna.

Quise ver en ti
a la mujer de mis sueños,
pero pronto descubrí
que eras de los hombres el dueño;
que salías todas la noches
para enamorar con ellos;
y que te gustaban todos
y a todos quitabas el sueño,
a todos cubrías con tu manto de plata
y cerrabas los ojos al verlos.
También descubrí
en mis noches de desvelo,
que a todos llamabas por su nombre:
Juan, José, o Pedro;
pero ellos pronunciaban
sin explicación alguna,
muchos nombres de damas
pero nunca oí, tu nombre, de luna.
Eso me hace pensar
que tú eres la reina del amor,
que sales de noche para animar,
y también ocultar
bajo tu manto de plata:
a todos aquellos que salen de noche
para que no vean sus caras;
para esos amores ocultos
que no duran nada;
que solo son un haz de luz
en tu noche plateada.
Y también me hace pensar
en que yo sea, el amor de tu alma,
que no he sabido darte más luz
que la de tu manto de plata.
Yo podría darte más luz
tanta, hasta quemar tus alas,
para que no salgas de noche
y calientes mi almohada.
Así sería yo, el rey del universo,
y tu, mi fiel amada.

Pero no, yo seguiré siendo el sol,
y tu, la luna plateada,

Jecego.

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