A lo que llega la mentira.

Vi a un hombre muy contento
con un traje negro perlado,
confirmando un juramento
de un hecho ya consumado.

No tuvo escrúpulos el señor del hecho,
en jurar ante sus parroquianos,
signar con la cruz, su cara y su pecho
aunque lo hizo con los dedos cruzados;
seguramente tuvo temor de Dios,
aunque no renunció al sarcasmo,
porque se trataba de ocultar
un camino, con un atajo;
y ya había llegado a un acuerdo
con su otro amor, el diablo.

Y tuvo tanto éxito aquella ceremonia
que todos los invitados aplaudieron;
hasta la crucificada señora le creyó
y pudo soportar el adulterio;
además tuvo palabras de elogio
para su marido indultado;
porque la pobre se sintió culpable
de aquel juicio, con astucia montado.

¿Es la doble personalidad
una farsa, o una enfermedad?

A veces llegan a creer
que lo que dicen es verdad,
y que lo que hacen, nadie puede ver
por su sigilo, y opacidad.

Pero, hay ojos que tienen radar
aunque tengan bajo la tierra, su meta,
en un camino solitario, en un apartado solar,
un sótano, un garaje, una furgoneta,
o un coche, a la orilla del mar, un edén,
una finca, una casa, un hotel o un pajar;
siempre hay ojos grandes como un tren,
que te metas, donde te metas, te verán llegar.

De nada te vale cruzar los dedos
porque la verdad siempre resplandece.
Al diablo se le ven los cuernos y el rabo,
pero a Dios, nadie puede verle.

Jecego.

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