Una niña sirena. En la montaña de la mar de Güímar.

Una sirenita, que hacía un paseo por la playa
encontró un día, un guante junto a una gaviota
que estaban dormidos, uno junto a la otra
tullidos de frío al cobijo de una roca;
los cogió entre sus brazos, les acarició,
abrieron los ojos, levantaron sus cabezas,
vieron un hada, y se fueron con ella.

La niña sirena,
nunca se apartaba del guanche y la gaviota
los adoptó como hijos de ella,
y les enseño a vivir entre las aguas
guiándose por el sol y las estrella;
desde entonces la gaviota y el guanche
viven en el mar con su hada-sirena,
pero todos los otoños regresan
a la montaña de la mar güimarera
donde escribieron el primer capitulo
del guanche y la gaviota.

Aún hoy, cuando llega el otoño
se oye un graznar de gaviotas,
y la victoriosa voz de un guanche
en la montaña de la mar, su choza;
o es su eco que se remonta
sobre momentos de la historia;
de voces que se han perdido
por fallos en la memoria.

Y cuando llega el momento
de juntar la noche y el día,
resplandece la melodía
de aquellas voces que han vuelto:
a ocupar su lugar en la tierra
para dejar de ser un recuerdo.

Jecego.

Hay que ponerle nombres a las cosas para que dejen de ser recuerdos.

1 comentario:

Anonymous dijo...

Abuelo somos Irene y Carlos y te queríamos decir que nos encanta tu página y tus poesías y que queremos que no dejes de hacerlas. Te queremos. Tus nietos.