Deseo
compartir contigo
el
árbol prodigioso de mi memoria;
podaré
todas mis ramas infértiles,
y
te daré aquellas que aún no han florecido
donde
guardo las yemas
que
no han visto el sol,
y
sean tus ojos
los
primeros soles que las vean;
compartiré
también sus capullos,
sus
perfumes, sus colores,
y
aquellos mimos que revolotean
como
mariposas sobre las flores;
quizá
pueda reglarte alguna palabra que no hayas oído;
un
poema quizá, un abrazo, un suspiro,
o
una frase suelta, perdida,
buscando
su nido en tu silencio.
Jecego,
sábado 24 de noviembre del 18.
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