Déjame entrar en ti.

Déjame entrar en ti.


Me basta una sola palabra tuya, dime: sí, y te devoro
atravesaré todos tus flancos y abriré brechas en tu cuerpo.


Seré un huracán en tu vida, haré olas con tu sangre,
con tu aliento haré suspiros y con tus besos cadenas grandes.

Seré un mar en una gota de agua,  surcaré todos tus mares,
en un universo de bestias donde se come y se lame;
entre olas inmensas azules, con la espuma blanca de tus mares.


No me recuerdes placeres, ni palabras dulces ni halagos,
solo quiero tenerte en mis brazos repitiendo nuestros quereres.


No me gustan lágrimas, ni  ojos entrecerrados,
porque predicen angustia entre los enamorados.

No quiero palabras sin sentido, quiero voces pasionales,
quiero sentirte mía, muy mía, bajo la luz de nuestros soles.


Que se apaguen sus rayos y se quede el mundo oscuro,
que no se vean las montañas ni el cause de tus ríos
en una noche de estío entre el verano y el otoño;

cuando el viento se lleve el calor de  mi sueño tibio
y broten de tus labios palabras  de goce contenido                     
que digan:  Dios mío, estoy en los brazos de un loco.


Jecego.