La milagrosa memoria.
Recuerdo aquella mañana,
como hoy, lluviosa,
que con su agua misteriosa
bautizó nuestro encuentro en
la plaza.
Yo no sabía de amores nada,
pero al verte se iluminó mi
cara;
la tuya se hizo sol y me
abrazaba
con el fuego silencioso del
alma.
Todo se hizo silencio y fue
la sorpresa
la que hizo juntar nuestras
caras;
todo se imbuyó en un mundo de
silencio
donde solo los ojos hablaban;
y de aquel mundo de silencio
saltó la chispa
que juntaron a nuestros
labios y hablaron,
no se que se dijeron, pero se
gustaron
y unidos se quedaron para
siempre en su chispa..
Jecego. 12 de noviembre del
16.
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