Soy ese punto de luz que queda.
Soy ese punto de luz que queda de un día precioso de sol;
esa luz que en el ocaso de un día maravilloso quiere ser guía de esa nube que
pasa cargada con la noche que se nos avecina; esa estrella que como ayer, fue
guía en Jerusalén, quiere serlo hoy nuevamente señalando el camino a casa a esa
nube que se rezaga y justifica con el
encuentro de viejas amigas en el camino; nubes de frío, de cansancio y de sueño
buscando su hogar, su camita y su punto de encuentro con esa nube grande que es
la noche y su silencio; pero todo aquello que le esperaba en casa, estaba
triste en su soledad; no estaba de acuerdo con tan prolongada ausencia, por el
encuentro con otras nubes lejanas en el recuerdo, y se enfadó la noche que no
había salido a ver al sol, y que como siempre le tocaba esperar, y como
siempre, le daba sueño y dormía hasta el amanecer que le esperaba y se escondía
del Sol. Nunca la noche fue amiga del astro rey, pero aquella nube le conocía y
con su amiga la luna y las estrellas, la cubrían con su manto de plata
simulando un fantasma que huía del sol.
Las nubes son grandes y pequeñas, pero a veces se juntan y
hacen inmensas y cubren todo el cielo, ocultan
al sol, las estrellas y la luna, y nos deja a todos muy tristes en la soledad
de las tinieblas; a veces, cuando llueve, unos pocos se alegran porque sus embalses se
llenan, y los más, lloran porque perdieron sus cosechas y ante si solo queda la
nube grande de su vida, su propio ego perdido en la en la cabellera gris de su
silencio.
Guíate por las nubes, pero no confíes en ellas, aparecen y
desaparecen sin dejar señales de vida, como la noche.
Jecego. Domingo 24 de abril del 16.
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