Me lo contó mi abuela
Dolores,
hace unos 78 años.
Cuando existe y se descubre
una palabra equivocada,
se mueven los cimentos de un
castillo
que hasta entonces era muralla,
meta y sueño, de alguien que
soñaba;
y todo termina como empezó
soñando en una plaza;
sin bloques ni cemento
y con más silencios que
palabras
se derrumba el monumento,
nacido de la nada,
las palabras como bloques hay
que medirlas
o mantener la boca cerrada;
porque las promesas no tiene
ventanas
y las puertas abiertas, no
guardan nada.
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