Estoy vestido de frío.
Tengo miedo, tengo frío, me congelo,
siento los pasos helados del viento que me lleva
hacia aquel día sin luz que lo
guarda todo
por el camino azul de mis venas,
hasta el lago de la calma de
aguas serenas
y de olvido.
Mi piel se hace cárdena, fría, insensible;
mis dientes tiritan de frío
mientras mis manos
se apartan de mi llorando hielo por su dedos
buscando el fuego de tu cuerpo,
la templanza de tu mirada
y la voz misteriosa de tu
silencio.
Se asoma el sol y aproxima tu
cuerpo,
se aleja mi frío, tu calor
activa mi sangre,
siento de nuevo correr mi sabia
por mis caminos,
alejarse mi frío; y los alisios
me traen tu voz
que rompe el silencio que
guardaba mi hielo.
Jecego.
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