Rosa y mujer, mujer y rosa.

Rosa y mujer; mujer y rosa.

Me imagino un bosque de rosales
un jardín enorme cubierto de rosas blancas;
una noche oscura y un cielo azul celeste
lleno de estrellas de reluciente luz pálida;

unos alisos cargados de perfumes
envueltos en hojas de memoria blanca;
un fondo verde de clorofila
rayado de sombras de imagen vaga.

Para llenar el cuadro,
donde las rosas blancas eran mujeres,
posaron la mirada muchos hombre
ansioso del perfume de las rosas blancas;

ellas se miraban de reojo
y permanecían cuchucheando;
dejaban que  le miraran los hombres
que al fin ellos eran, sus medias naranjas.

Y allí, ellas, en el calor de sus palabras
se sentían soñar, siendo reinas de sus casas;
se abrazaron en un corro y partieron cada una
a compartir su belleza, con su media naranja.

Jecego.


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