Una rosa y un clavel, dialogaban  mirándose.

Dialogaban mirándose
un clavel y una rosa,
él le decía: mujer hermosa,
me gusta tu cuerpo ciegamente,
y aunque yo no sea tu flor preferida
tendrás que quererme por otras cosas;

no necesito espinas para defenderme;
tus pétalos son más hermosos que los míos,
tu perfume es preferido al mío,
pero no me doy por vencido, y sigo,
mirándote como mujer, no como rosa;

tampoco como reina de las flores,
más bien, como una princesa presumida,
altanera y vanidosa a la que persigo;
y usaré tus espinas  como escalera
para llegar a tu corola, y dejar en ti, mis hijos.

Luego, ya con los humos recogidos
desearás que seamos amigos para siempre
sin necesitar tus espinas para alejarme,
más bien, como escalera para subirme.


Jecego. 

1 comentario:

Katy dijo...

Es un bello cuento con moraleja:-) Un abrazo