Entre aguas verdes y azules
la barca navegaba sin rumbo;
su velamen entre dorado y grises
ondeaba sobre el palo mayor
y perdía en el horizonte del agua.
Desde la orilla, un marinero la miraba
adiós, le decía con la mano a su barca,
el viento había roto sus amarras
en el muelle donde estaba, y llevaba
más allá de sus fuerzas, para pararla.
Adiós le decía con la mano y miraba,
adiós, adiós mi barca, adiós, adiós.....
y guardaba su mano en el bolsillo
para que no escapara su esencia, le miraba...
mientras regresaba a casa, con las manos vacías,
sin nada... y sin barca.........
Jecego.
2 comentarios:
Decir adiós siempre cuesta. Ya sea marinero, panadero o músico.
Y volver a casa con las manos vacías más. Bonito poema aunque de acordes tristes.
Bss y buenas noches.
Gracias Katy, tus palabras son mis acordes y tus visitas mis amaneceres. Gracias por todo.
Un abrazo para ti y saludos para María.
Isidro.
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