Ya de mi primavera no queda nada.

Ni una sola rosa,  solo espinas,
ni un capullo fuera de tiempo,
ni pájaros ni palomas, visitan mi huerto,
solo las perdices escarban hoyos
buscando raíces bajo el suelo;


nada agradada a mis ojos, todo está seco; 
levanto la mirada al cielo y veo
un bando de palomas que buscan,
un pequeño lago, allá muy lejos
donde mis ojos no alcanzan.


Triste futuro me espera
viejo,  ya sin primaveras,
he de redimirme al recuerdo,
de aquellas primaveras contigo
cuando los besos eran rosas 
y con los dientes quitamos sus espinas.


Ya con el frío de Noviembre
bajo un castaño en la estepa ,
tus pechos erizados de frío, asomaban
sobre la blusa blanca,  y orgullosos de su figura
competían, con los erizos de la castañas.


Sobre tus pechos erguidos
se posaron tus ojos y los míos;
lo tuyos, asombrados por la tibieza
conque se asomaban sobre el vestido;


los míos enamorado de su dureza
que cabalgaban, a veces sin sentido
mis manos multiplicadas;


y viajaban, unas veces más abajo del cuello
y otras, más allá del ombligo;
todo un laberinto de inconsciencias
bajo un castaño perdidos.


Se olvidaron las castañas,
se tibió el ambiente frío,
vinieron y se fueron las aves
y hasta el cesto quedó vacío;


mientras los dos cuerpos hechos uno
seguían recorriendo sus caminos;
en un ambiente campestre
entre tu cuerpo y el mío.


Había perdido los límites del tiempo
estaba viviendo un pasado lejano,
solo cuando desperté me di cuenta
que mi cuerpo estaba fuera de tiempo;


que debería dejar de soñar
porque es tiempo perdido,
trabajar fuera de tiempo
o llenar un mar con un río


Jecego.

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